
Lo cierto es que la
C-16, a la que llamaron autopista de montaña para justificar curvas, peraltages
y desprendimientos injustificables, ha sido un lastre en vez de un motor para
el desarrollo para las comarques interiores del país.
Desde su inauguración
ha sido una de las más caras del Estado y, si añadimos los peajes de Sant Cugat
y de los Túneles de Vallvidrera, resulta que ir de Manresa a Barcelona es un lujo
al alcance de unos pocos privilegiados.
Es lamentable que
si no quieres pasar por l’autopista, la alternativa sea una carretera que el año
2012 causó 11 muertos por accidentes.
Y aún es más lamentable
que si te niegas a pagar el peaje directamente, lo pagues indirectamente, porque
la concesionaria cobró en 2014 unos 36 millones de euros de todos los catalanes,
ya que el contrato le garantiza unos ingresos así que lo no gana por el uso se
lo compensa la Generalitat.
Si ustedes tuvieran
unos ingresos de 36 millones de euros, tanto si prestan un servicio como si no,
¿tendrían algún incentivo para hacerlo bien? ¿Se preocuparían de tratar mejor al
cliente para fidelizarlo?
Autema tampoco lo
ha tenido, por eso se ha negado a abrir las barreras incluso cuando un accidente
ha dejado la C-55 impracticable, es decir comarcas incomunicadas, durante horas.
Han llegado a declarar cínicamente que las obras les van bien porque les aumentan
los viajeros.
Ahora los alcaldes
han dicho basta, y la Generalitat ha de hacer lo mismo tomando medidas para
acabar con unas prácticas que, el propio conseller Santi Vila reconocía al Regió
7, el 19/07/2015, que son abusivas.
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