Una de las palabras
más repetidas de nuestra política es “corrupción”, que asociamos únicamente a los
actuales políticos que meten la mano en la caja, olvidando que hay muchas otras
formas, que no se limita a la clase dirigente y que es tan antigua como el hombre
mismo.
Hay que recordar
que este es el país del Lazarillo de Tormes, del Buscón o de Rinconete y
Cortadillo, una tierra de pícaros, más amantes de la fiesta que de trabajar y más
preocupados de buscarse la vida que de ganársela,
y quien piense que esta herencia se puede cambiar de golpe, se equivoca.
Por eso defraudar
a Hacienda o no pagar el IVA es uno de los deportes nacionales; las empresas energéticas
nos cobran más de la cuenta; los bancos engaña ancianos; los vendedores de coches
tienen precios diferentes según como viste el cliente; o los okupas, que dicen ser anticapitalistas,
alquilan las habitaciones de los edificios ocupados, por ejemplo.

os que presumen de estar limpios es porque aún no han tenido oportunidad, si no me creen, demos tiempo al tiempo.
Pueden pensar que
soy pesimista en este terreno, pero no es cierto. Después de analizar de dónde venimos y cuál
es la tendencia, considero un buen indicador que el nivel de tolerancia de la
gente hacia la corrupción haya bajado y es muy significativa la caída de algunos
gobiernos.
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