Cataluña ha logrado
un acuerdo de gobernabilidad in extremis, después de tres meses de negociaciones
patéticas. España parece ingobernable y abocada a unas nuevas elecciones. Ya nadie
puede esconder que nuestro sistema político está enfermo y que hay que ponerle
quimioterapia porque las cataplasmas ya no son suficientes.
El sistema
electoral que creamos durante la transición, dándole todas las facilidades a los
aparatos de los partidos (una sola vuelta, listas cerradas y ceder la llave de
la gobernabilidad a los pequeños), nos está llevando a la ruina, porque la gente
cuando está enfadada vota con las tripas, ¿quién se lo puede recriminar?
No es nada nuevo,
en otros lugares pasa lo mismo, por eso en Francia en la primera vuelta votan
al Frente Nacional, pero en la segunda corrigen y no ponen el país a los pies de
un partido de ultraderecha. Nosotros votamos igual de enfadados pero, como no
tenemos doble vuelta, acabamos poniendo el país a los pies de un partido que dice
ser antisistema, aunque quiere los cargos del sistema y sobre todo sus subvenciones.

El tumor que nos
afecta, y que amenaza de paralizar el país, necesita quimioterapia, es decir,
como mínimo poner la doble vuelta a la francesa y que no puedan acceder a la
segunda aquellos que en la primera no saquen más del 12’5% de votos, obligando
a pactar antes de las elecciones.
La encrucijada en
la que nos hallamos es primordial: o seguimos como estamos, poniendo las cosas
fáciles a los partidos, sabiendo que acabaremos con un país ingobernable; o bien
administramos quimioterapia para salvar al país, aunque los partidos pierdan algunas
plumas por el camino.
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