Esta es una carta de disculpa para los presos por hurtos, robos y delitos
menores, que hay en nuestras cárceles. Aunque no me corresponda escribirla, lo
hago a sabiendas de que nadie del Gobierno lo hará, aunque haya motivos para ello.
Podrían haber eludido la justicia ocupando un cargo de los casi 10.000
aforados que, aunque suponga una burla a la igualdad constitucional, nadie piensa
cambiar. Otros privilegiados son banqueros o religiosos que, si por casualidad
son encarcelados, suelen ser indultados en un nuevo escarnio a la Justicia.
La mayoría de sus delitos no son tan repulsivos como los abusos de los
sacerdotes pederastas o las redes de robo de recién nacidos, con monjas bajo sospecha. Sin embargo, la Iglesia sólo traslada a los primeros y guarda un
vergonzoso silencio sobre las segundas.
Además el dinero que robaron ustedes es menor del que se han adjudicado
algunos banqueros con primas millonarias, pese a haber hundido sus empresas. Por
no hablar de las preferentes, creadas para engañar pensionistas, que han
perjudicado a miles de personas.
Lo más sencillo seria haber entrado en un partido político o sindicato. Si
asienten a lo que diga el líder les ayudaran y, si no tienen trabajo, les darán
uno. Que el nombramiento suponga un delito de prevaricación o tráfico de
influencias no es problema. Siendo uno de
los nuestros (cualquiera que sea) le
protegerán haga lo que haga, por eso piden el indulto, por ejemplo del Sr.
Carlos Fabra, vicepresidente de las Cortes Valencianas, al considerar que una
condena por fraude fiscal no es motivo para cesarle de un cargo público.
Una cosa más, les faltó habilidad para decir que estaban arrepentidos cuando
les pillaron. Ya sé que es ridículo pero eso hizo el Sr. Félix Millet (tras 20
años expoliando el Palau) o los directivos de Caixa Penedés (en la sala de
vistas) y les sirvió para seguir en la calle.
En definitiva, quiero transmitirles mis respetos y decirle que no les
considero peores que todos los mencionados, ya que sus delitos son menos
repulsivos, implican menos dinero público y afectan a menos personas, solo han
tenido mala suerte o no se han rodeado de las compañías adecuadas y eso, en un
país como este, se paga caro.