Es curioso que los
señores José María Aznar, Felipe González y Alfonso Guerra, coincidan hablando
de los peligros del nacionalismo de los años 30 del siglo pasado, para
referirse al proceso catalán, como si todos los que queremos la independencia fuéramos
nacionalistas y por tanto delincuentes.
No soy nacionalista
porque mi padre me enseñó que las banderas son para aquellos que tienen dineros
que defender. Él lo había aprendido en el servicio militar, el año 1936, cuando
los mismos que le hicieron jurar lealtad a una bandera en febrero, se levantaron
en armas contra aquella bandera en el mes de julio.
Si bien entiendo que
la ideología del Sr. Aznar le aconseje ocultar y banalizar lo que ocurrió en
aquella época, no comprendo la falta de memoria de los líderes que dicen ser socialistas,
ni de qué nacionalismo hablan todos cuándo se refieren a los desastres de la 1ª
mitad del siglo XX.
Que yo sepa quién
hizo los setenta millones de muertos no fue el nacionalismo de Baviera o de
Hesse en Alemania, ni el de la Lombardía o la Toscana a Italia, sino los nacionalismos
alemán e italiano, es decir el de las naciones estado.
Por cierto, a
aquella locura, el nacionalismo español, que no el catalán ni el gallego, contribuyó
con casi un millón de muertos, porque no toleró que las elecciones democráticas
les redujeran sus privilegios históricos.
Mientras en Alemania
e Italia aquel nacionalismo se disfrazaba de demócrata para asumir el poder, en
España simplemente lo usurpaba por las armas, y no se disfrazó de demócrata hasta el año 1978, cuando
hubo que aprobar la nueva constitución, que procuró que se redactara con un sable
encima de la mesa. Y después impuso una ley de amnistía para que olvidáramos
antes de que empezáramos a recordar.
Como digo al Sr.
Aznar, que defiende a los que ayudaron al general Franco a mantenerse en el poder
hasta el año 1975, lo puedo entender; pero a los que presumen de socialistas,
no, a no ser que por encima de las ideologías defiendan el mismo nacionalismo
del Sr. Aznar.
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