Todos los partidos
políticos, tanto antiguos como nuevos, están de acuerdo en dos conceptos: el primero,
la necesidad de regenerar la política; el segundo, no hacer nada para conseguirlo,
porque una cosa es hablar y otra actuar contra sus intereses.
Después de casi
40 años alabando a los partidos bisagra y dándoles la llave de los gobiernos, pese
a no sumar más del 5% de los votos, ya todos se apuntan a ser la llave. Un buen
ejemplo es Cervera, con 9 grupos políticos para 13 regidores.
La alternativa sería
la doble vuelta electoral, permitiendo el paso a la segunda solo a los partidos
que tuvieran un porcentaje mínimo de votos, como hacen en Francia. Eso
regeneraría la vida política ya que obligaría a pactar antes de la segunda
vuelta y nos ahorraría el espectáculo lamentable de tener que esperar a que
tres, cuatro o cinco perdedores, decidan cómo desbancar a los ganadores.
También aseguran estar
contra la corrupción, pero esta se da cuando hay personas que llevan tanto tiempo
en un cargo que se creen que es de su propiedad y además gestionan grandes cantidades
de dinero sin demasiados controles.
Para resolverlo habría
que cambiar la ley electoral e incluir las dos legislaturas como el tiempo máximo
que se puede ocupar un cargo de cierta responsabilidad, y también hacer una ley
transparente de financiación de los partidos políticos, que permita identificar
claramente el dinero que se les da, así como quien los administra y que se hace
con ellos.
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