Hay algunos municipios
que, probablemente con buenas intenciones, han empezado a declarar “persona non
grata” a su majestad Felipe VI o al presidente Rajoy, otros dicen que cuando
seamos independientes se tiene que prohibir el castellano o cosas parecidas.
Me pregunto si estas
revanchas absurdas pueden hacer algún bien a la futura república catalana. La venganza,
el desprecio, la amenaza o la intolerancia no deberían formar parte del nuestro
país. Si lo permitimos demostraremos que somos como ellos y entonces la
independencia no valdrá la pena. No podemos caer tan bajo.
El nuevo país ha
de hacerse desde la concordia, la temperancia y la generosidad, por eso hay que
construirlo con una mano extendida a los compañeros de viaje de los últimos cinco
siglos. El futuro lo tenemos que diseñar entre todos, porqué nos necesitaremos mutuamente.
Eso es lo más
transcendental que debe ver Europa y el mundo entero, que por primera vez en la
historia de España, un cambio tan importante como la separación de Cataluña se hace
sin exclusiones ni represión, sino todo lo
contrario, con sonrisas, compasión i reconciliación.
La construcción
de la nueva Cataluña empieza en cada casa, en cada calle, en cada municipio,
pero para hacerlo bien nos hace falta la inspiración que nos proporcione el ejemplo
de perdón y generosidad de nuestros líderes, porque solo así lograremos sacar
lo mejor de nosotros mismos y hacer un país en el que de verdad valga la pena vivir.
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