Rio
Bravo es un magnífico western donde
un sheriff (John Wayne) lucha contra los malos, sólo con un ayudante pordiosero
borracho (Dean Martin), para llevar ante la justicia a un delincuente.
Esta
semana nuestra embajada en Viena debió sentirse transportada al Far West cuando
decidió subir funcionarios españoles a inspeccionar el avión del presidente
boliviano Evo Morales en el aeropuerto austríaco, a la búsqueda y captura del
Sr. Edward Snowden.
¿Es
que nadie en el Ministerio de Exteriores se da cuenta de la gravedad que supone
violar la inmunidad diplomática de un avión presidencial extranjero para buscar
a un ciudadano que ni es español ni ha cometido ningún delito en España?
Por
suerte el Sr. Snowden no iba en el aparato porque si hubiera sido así, ¿qué
hubiéramos hecho con él?, ¿con qué
argumentos le hubiéramos retenido?, ¿a quien se lo hubiéramos entregado si en
Austria tampoco ha cometido ningún delito?, además, ¿es que en Exteriores nadie
ha valorado el impacto de esta actuación, que puede cargarse de un plumazo los
esfuerzos de décadas de política latinoamericana?
Han
querido ser John Wayne y no han pasado del ayudante chapucero por no enterarse
de que el sheriff (Barack Obama) ya había dicho que no valía la pena ponerse en
evidencia para capturar a un hacker de 29 años.
De
esa manera hemos vuelto a hacer el ridículo a nivel mundial y hemos perdido un
poco más de nuestra ya escasa credibilidad internacional, demostrando de nuevo que, por más que nos pese, en política exterior hasta el papel de
pordiosero borracho nos viene demasiado grande.
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