No hay duda de que los
españoles tenemos un problema muy importante, que es un Estado inmaduro, porque
no ha querido evolucionar; déspota, porque entiende el poder como parte del
botín electoral; imperialista con su gente, porque se quedó sin más colonias
que las internas; que solo sabe arroparse en una bandera, que ha ultrajado siempre
que le ha interesado; sin otros aliados que los más rancios de la sociedad y de
la Iglesia, con los que siempre se ha puesto de acuerdo para maltratar al mismo
país y a la ciudadanía, a la que considera menor de edad y por tanto necesitada
de tutela.
Pero, ¿tan necios nos
consideran por querer unos partidos que no se pongan de acuerdo para repartirse
dinero en B? ¿Tan necesitados de liderazgo les parece que estamos para no admitir
que cuando un político miente o es catalogado por un juez de “conducta indigna, deplorable e impropia de un
cargo público” ha de dimitir?
¿Por qué les cuesta tanto
entender que no queremos tener ese más del 25% de paro estructural, ni que los
jóvenes no tengan ningún tipo de futuro aquí porque un Estado, anclado en el inmovilismo, no ha entendido ni la
grandeza del país ni sus inmensas posibilidades? ¿Tan ignorantes nos consideran
como para no saber que, los más de 30 años de “café para todos”, no han servido
para mejorar las expectativas de las zonas más deprimidas del país? ¿Tan
simples nos creen como para no intuir que el único futuro que este Estado tiene
para España es seguir con medio país subvencionando al otro medio?
¿Tan insensibles les parecemos
por no querer una Fiesta Nacional basada en la tortura de animales? ¿Tan incultos
nos imaginan, por querer ser formados en la libertad y no ser adoctrinados? ¿Es
tan difícil entender que queremos ser un país normal y no formar parte del Estado
más incumplidor de Europa? ¿Es malo querer lavar la ropa sucia dentro de casa,
ya sea los crímenes del franquismo o los abortos, en vez de esperar a que otros
lo hagan por nosotros?
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