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Salen de la boca
de un fiscal elegido para luchar contra la corrupción pero que se ha dedicado a
conspirar contra el pueblo que le nombró. Y no las pronuncia en una charla de
café, sino en el despacho de un ministro que le pide argumentos contra sus
adversarios políticos y al que tanto le da que tales argumentos sean reales o
ficticios.
¡Qué país tan
extraño! En cualquier otro lugar una traición así a la ciudadanía supondría el
cese automático de ambos. En Japón es probable que les dieran un puñal para lavar
su afrenta con un suicidio honroso. Aquí protegemos a ladrones, corruptos y
conspiradores siempre que sean “de los nuestros”.
El gobierno no vela
por los intereses de los ciudadanos, puede mentir, conspirar o malgastar y le
seguimos votando, para vergüenza de toda la clase política, que ha logrado tal
grado de mediocridad que la gente prefiere a los malos conocidos antes que a
los buenos por conocer.
Los partidos
políticos solo persiguen sus intereses, los sindicalistas usan el sindicato
para no ir a trabajar, los ladrones confesos como Millet están en la calle y a los sospechosos no se
les juzga hasta pasados 15 o 20 años del delito como a Núñez.
Tan raros somos
que mientras en todas partes apoyan la educación de sus jóvenes, nosotros
buscamos su adoctrinamiento, en vez de pagar por una buena formación, pagamos
para que no se conozca el idioma que se habla donde vivimos y a los que logran formarse les mandamos a producir riqueza al extranjero.
No hay duda de
que Spain sigue siendo diferente, muy diferente.
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