Estamos seguros de que no fueron ellos porque el móvil y la tablet que se llevaron estaban allí cuando salió el último, pero la puerta quedó ajustada no más de 5 minutos y entonces aprovecharon la oportunidad.
Creemos que debían estar vigilándonos desde la planta superior, escondidos dentro en la sala de máquinas del ascensor, que nos encontramos abierta y con la llave dentro.
Por suerte no vimos ni sentimos nada, no removieron nada y solo se llevaron lo que encontraron sobre la mesa del estudio porque, de haberlos visto, podría haber sido mucho peor, para el ladrón o para nosotros.
Hicimos un seguimiento de los objetos sustraídos y el móvil acabó en una casa de una sola vivienda que podemos ver desde la ventana de mi cocina y la tableta en un edificio de varias plantas a pocos metros de casa.
Naturalmente fuimos a hacer la denuncia a los Mossos de Esquadra, y el agente que nos atendió (muy amable, por cierto) nos dijo tantas veces que no había nada que hacer, que casi tenemos que consolarlo nosotros a él.
La impresión, a parte de la vulnerabilidad que tenemos al poder ser agredido dentro de nuestro hogar, es de total indefensión ya que las leyes parecen proteger más al delincuente que al ciudadano.
Buen ejemplo es el caso de las ocupaciones ilegales, donde la factura de una pizza a domicilio resulta tener el mismo valor que la escritura notarial de propiedad de la vivienda, un sinsentido imposible de entender.
Naturalmente salimos de la comisaría convencidos de que, en las próximas elecciones, Alianza Catalana tendrá dos votos más porque algo hay que cambiar en este país.
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