No tengo nada contra los zulús ni mucho menos contra su país,
que debe ser maravilloso, especialmente ahora que en Sudáfrica ya no existe aquella
abominación para la raza humana que era la discriminación del Aparheid (http://es.wikipedia.org/wiki/KwaZulu-Natal). El
nombre del Blog responde simplemente al inicio de uno de los libros de Tom
Sharpe, la “Reunión
tumultuosa” que en sus páginas iniciales explica esta situación ambientada precisamente en Zululandia.
La señorita Hazeltone telefoneaba para informar que acababa de matar
a su cocinero zulú. El comandante de puesto podía hacerse cargo perfectamente
del asunto. Como policía, también él había matado a tiros en su tiempo a muchos
cocineros zulúes. Además había ya un procedimiento establecido para resolver
estas cuestiones. El comandante inició la fórmula rutinaria.
-
Usted
quiere informar de la muerte de un cafre -comenzó.
-
Acabo de asesinar
a mi cocinero zulú –gruñó la señorita Hazelstone.
-
Eso fue lo
que dije –dijo él conciliatorio-. Que
quiere usted informar de la muerte de un negro.
-
Yo no
quiero hacer nada de eso. Le he dicho que acabo de asesinar a Cinco Peniques.
El comandante lo
intentó de nuevo
-
La pérdida
de cinco peniques no constituye un asesinato.
-
Cinco
Peniques era mi cocinero.
-
Matar a un
cocinero tampoco constituye un asesinato.
-
¿Qué es
entonces un asesinato? –la seguridad de la señorita Hazelstone
en su propia culpa comenzaba a tambalearse ante el diagnóstico favorable de la
situación dada por el comandante.
-
Matar a un
cocinero blanco puede ser un asesinato. Es improbable, pero puede ser. Pero
matar a un cocinero negro no. Bajo ninguna circunstancia. Matar a un cocinero
negro se considera defensa propia, homicidio justificado o eliminación de
basura. ¿Ha probado usted a llamar al Departamento de Higiene? – preguntó.
-
Acabo de
matar a mi cocinero zulú.
El comandante ignoró de nuevo la autoacusación
-
¿El
cadáver está en la casa? –preguntó
-
El cadáver
está sobre el césped –informó la señorita Hazelstone.
El comandante suspiró. Siempre igual. ¿Por qué la gente no mataría a
los negros dentro de la casa, que era donde tenían que hacerlo?
-
Tardaré
unos cuarenta minutos en llegar allí –dijo-. Y cuando llegue, encontraré el
cadáver en la casa.
-
No señor
–insistió la señorita Hazelstone-.
Lo encontrará usted en el césped, en la parte de atrás.
El comandante volvió a intentarlo.
-
Cuando yo
llegue el cadáver estará dentro de la casa –dijo, muy despacio esta vez.
Pero la señorita Hazelstone
no parecía impresionada.
-
¿Acaso
insinúa usted que debo cambiar de lugar el cadáver -preguntó furiosa.
El comandante se quedó sobrecogido ante la sugerencia.
-
Desde
luego que no –dijo-. No tengo el menor deseo de causarle molestias a usted, y
además, podría haber huellas dactilares. Puede mandar usted a los criados que
lo hagan.
-
Me da la
impresión de que está usted sugiriéndome que altere las pruebas de un delito
–dijo, lenta y amenazadora-. Me da la impresión de que intenta usted
convencerme de que obstaculice la acción de la justicia.
-
Señora
–interrumpió el comandante, yo sólo intento ayudarle a cumplir la ley.
El comandante se detuvo, buscando las palabras.
-
La ley
dice –continuó- que es un delito matar cafres fuera de la casa. Pero la ley
también dice que es perfectamente admisible y adecuado matarlos dentro de casa
si han entrado ilegalmente.
-
Cinco
Peniques era mi cocinero y tenía todos los derechos legales a entrar en la
casa.
-
Me temo
que en eso se equivoca usted –continuó el comandante-. Su casa es zona blanca,
y ningún cafre tiene derecho a entrar en una zona blanca sin permiso. Al
disparar contra él le negó usted el permiso para entrar en su casa. Yo creo que
puede enfocarse la cosa de ese modo sin problema.
Hubo un silencio al otro extremo de la línea. Era evidente que
la señorita
Hazelstone se había convencido.
-
Llegaré
ahí dentro de unos cuarenta minutos -prosiguió el comandante, añadiendo
esperanzado-: y confío en que el cadáver…
-
Vendrá
usted en un plazo de cinco minutos y Cinco Peniques estará en el césped, que es
donde lo maté –gruñó la
señorita Hazelstone, al tiempo que colgó el teléfono.
.....
…..
La señorita Hazelstone era vieja, fea, parlanchina y brusca hasta
el punto de la grosería.
Oír su voz, una voz aguda y destemplada, totalmente
inconsciente de sí misma, era oír la verdadera voz del Imperio Británico. La
columna que escribía sobre la vida refinada y normas de etiqueta aparecía en
todos los periódicos del país, por no hablar ya de sus frecuentes artículos en
las publicaciones femeninas más famosas.
…..
…..
Los restos de Cinco
Peniques estaban esparcidos por el césped….
-
En cuanto
al cocinero –comenzó el comandante-, ¿he de interpretar que estaba usted
descontenta con su forma de cocinar?
-
Cinco
Peniques era un cocinero excelente –declaró enfáticamente la señorita Hazelstone.
-
Ya veo
–dijo el comandante irónicamente.
-
Cinco
Peniques era un verdadero especialista culinario –continuó la señorita Hazelstone.
-
¿De veras?
¿Y cuando descubrió usted por primera vez lo que se proponía?
-
Casi desde
el primer momento.
-
¿Y le
permitió usted seguir? –preguntó asombrado el comandante.
-
Por
supuesto que sí. No pensará usted que iba a impedírselo, ¿no? –masculló la señorita Hazelstone.
-
Pero su
deber como ciudadana….
-
Pamplinas
mi deber como ciudadana, ¿Por qué demonios había de obligarme mi deber como
ciudadana a despedir a un excelente cocinero?
El comandante hurgó
entre los recodos de su mente conmocionada por la explosión, buscando una
respuesta aceptable.
-
Bueno, al
parecer, le ha disparado usted por eso - dijo al fin.
-
Yo no hice
nada de eso – masculló la señorita Hazelstone-. La muerte de Cinco Peniques
fue un “crime passionel”.
El comandante intentó
imaginar lo que podía ser un Creme Pasión Nell. La muerte de Cinco Peniques se
parecía más, en su opinión, a la explosión de una morcilla. Y en cuanto a las
porciones que sus ayudantes intentaban juntar, hasta a un carnicero de perros
le habría resultado difícil dar con una descripción adecuada de ellos.
-
Un Creme
Pasión Nell – repitió lentamente, con la esperanza de que la señorita Hazelstone
acudiera en su ayuda con un término más
familiar. Lo hizo.
-
Un
asesinato pasional, imbécil – masculló.
El comandante cabeceó.
No había supuesto en ningún momento que pudiera haber sido otra cosa. Nadie en
su sano juicio habría infligido aquellas heridas sobrecogedoras a Cinco
Peniques a sangre fría y sin que mediasen sentimientos de algún género.
-
Oh,
comprendo, comprendo –dijo.
Pero la señorita Hazelstone
no tenía intención alguna de permitirle mantenerse al abrigo de aquel cómodo
malentendido.
-
Quiero que
entienda que mis sentimientos hacia cinco Peniques no eran los que suelen
prevalecer entre señora y criado –dijo-.Lo que pretendo explicarle –continuó-,
es que yo estaba enamorada de él. Cinco Peniques y yo éramos amantes. Nos
amábamos con una lealtad profunda e imperecedera
Al comandante le daba
vueltas la cabeza. Ya
era bastante tremendo tener que intentar comprender, aunque sin esperanza, qué
demonios podría haber hallado la señorita Hazelstone en un cocinero negro que
pudiera resultar atractivo de algún modo, no digamos ya intentar imaginar cómo
un cocinero negro podía estar enamorado de ella.
-
Continue –
balbuceó involuntariamente.
La señorita Hazelstone parecía feliz de poder continuar.
-
Nos
hicimos amantes hace ocho años y fuimos muy felices desde el principio. Cinco
Peniques comprendía mis necesidades sentimentales. Por supuesto, no podíamos
casarnos, debido a esa absurda Ley de Inmoralidad. Así que teníamos que vivir
en pecado.
El comandante estaba
ya más allá de la
conmoción. La miraba con ojos desorbitados.
-
Pero
aunque no estuviéramos casados –continuó la señorita
Hazelstone-éramos felices. He de admitir que no hacíamos
mucha vida social, pero cuando se llega a mi edad, lo único que una quiere es
hacer una vida tranquila en casa, ¿no piensa usted igual?
-
Por
supuesto, tuvimos nuestros problemillas al principio –decía la señorita Hazelstone-.
Existían pequeñas incompatibilidades en nuestras actitudes y
también, claro, debido a nuestros diferentes atributos físicos… Un hombre de la
experiencia de usted, comandante, sabrá, naturalmente, a qué me refiero.
Bien, será mejor que paremos. Si alguien quiere saber más
sobre las diferencias en los atributos o del porqué la señorita Hazelstone
mató a su cocinero, mejor que lea el libro y pasará un rato
bien divertido.
Por mi parte cambiaré la Z por SH (de Sharpe) para llamarle al blog Shululandia, así que en realidad sería el mundo descrito por Sharpe, en vez de la tierra de los zulús.
Por mi parte cambiaré la Z por SH (de Sharpe) para llamarle al blog Shululandia, así que en realidad sería el mundo descrito por Sharpe, en vez de la tierra de los zulús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario