Nuevamente un obispo,
ahora el de San Sebastián, ha hecho unas declaraciones contra el aborto, y para
resolverlo dice lo de siempre: que es pecado y nos amenaza con el fuego eterno.
De hecho propone lo que ya decían ante las epidemias de peste negra, cólera,
tifus y otras plagas. Sí, su solución es siempre el castigo divino para las clases
bajas, no así para las altas y poderosas, a quien protegen y alaban, como
hacían con el General, o bien guardan un sepulcral silencio, como con los crímenes del nazismo.
Lo peor de todo es
que unas personas que tienen la vida resuelta, no están casadas, ni tienen hijos,
aseguran no tener sexo, algunos no tomaron ni la decisión de ser curas sino que
lo fueron “porque tocaba” (el Sr. Rouco Varela entró en el seminario a los 10 años
y siguió), que hablan de amor pero no se sabe que hayan amado nunca a una pareja
o a un hijo, juzguen las situaciones espeluznantes que llevan una chica a abortar.
Me parece un chiste de mal gusto y una falta de respeto para quien se encuentra
enfrentado a ese problema.
La Iglesia y otras asociaciones
dicen estar “contra el aborto y a favor de la vida” y se quedan tan tranquilos
después de decirlo. Pues miren, como lo estamos todos, porque el aborto es un disparate
al que nadie tendría que recorrer. Pero también estoy en contra de la enfermedad,
por eso me hice médico; y lo mismo les pasa a los policías o a los jueces, que
están en contra de los delitos; y a otras profesiones que trabajan para mejorar
aquello que no les gusta.
Por más que esté en
contra, como médico no puedo inhibirme frente a la enfermedad, sino que he de luchar
para disminuir su impacto sobre el enfermo y sobre la sociedad. En el caso del
aborto pasa lo mismo, sabemos que los habrá, por más que todos estemos en
contra, incluidas les muchachas que se ven obligadas a hacerse uno por les
causas que sea y, tanto la sociedad como la Iglesia deberían apoyarlas y no lapidarlas
moralmente.
Así como en sanidad
nadie se cuestiona “enfermedad sí o no”, el debate aquí tampoco puede ser “aborto
sí o no”, sino de qué manera reducir las consecuencias. No hay otro. En este sentido
sabemos que en los países más permisivos, se practican menos y también que la
ilegalización supone hacerlos en clandestinidad, con la muerte de unas 3000 mujeres
al año.
Si se quiere discutir
se puede empezar por aquí, afrontando el tema con sentido común, seriedad y datos
estadísticos, pero huyendo de los dogmatismos religiosos estériles y de los
hipócritas que niegan con la derecha, mientras con la izquierda llevan a sus
hijas al extranjero para evitar los escándalos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario