Veo con gran satisfacción entrar a Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO) a
un juzgado para explica porque no se enteró de que Bankia era una ruina, a
pesar de haber sido advertido por algunos de sus subordinados del Banco de
España.
Vaya por delante que creo que MAFO no es un delincuente y ni siquiera que
haya metido la mano en la caja, por eso mi satisfacción no es porque piense que
le condenaran por algo o porque espere que vaya a salirse del guion y confesar
su connivencia con el desaguisado, sino porque su entrada en el juzgado supone
un avance en la concepción de la corrupción en este país.
La buena fe de la gente les hace pensar que la corrupción es un acto
individual que comete un delincuente sin escrúpulos, que solo piensa en
aprovecharse de los demás.
Nada más lejos de la realidad, la corrupción es mucho más compleja ya que
necesita al menos cuatro actores: alguien dispuesto a corromper, alguien que se
deje corromper, alguien que mire hacia otra parte y un montón de gente que
calle.
MAFO es de los terceros, una buena persona que miró hacia otra parte para
no meterse en líos y conservar su sueldo, mientras políticos como Rato jugaban
a ser banqueros con el dinero de todos.
Por eso permitió que Bankia saliera a bolsa, aunque nos haya costado 20.000
millones, como permitió que los bancos hicieran productos destinados a engañar
ancianos o que cerraran todas las cajas de ahorros para favorecer a la gran
banca.
Como decía Edmund Burke, “lo único
que se necesita, para que el mal triunfe, es que las buenas personas no hagan
nada” y MAFO es una de esas buenas personas. Que Dios nos libre de ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario