Rosa Parks se negó a ir a la parte trasera del autobús |
El Diccionario de
la Real Academia Española dice que la ley es un “precepto dictado por la autoridad en que se manda o prohíbe una cosa en
consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados”.
Desgraciadamente la
historia está llena de ejemplos de leyes injustas que eran jaulas para
aprisionar a todos o parte de los ciudadanos, lo que permitió justificar la discriminación
sexual y racial, la esclavitud, el trabajo infantil, la tortura y otras
tropelías.
Todas esas leyes
estuvieron vigentes hasta que alguien, como Rosa Parks con la discriminación de
los negros en los autobuses, decidió que estaba demasiado cansada para seguir
acatando una norma injusta.
Ahora a Cataluña
le dicen que no puede decidir su futuro porque la Constitución no lo permite, igual
que en la Edad Media los ciudadanos no
podían cambiar de comarca porque eran propiedad del señor feudal.
Y no solo eso, nos
tachan de insolidarios, por querer algo más que las migajas de lo que hemos
aportado; nos llaman desagradecidos, por no conformarnos con el fútbol y los
toros; y no entienden que no estemos satisfechos con unas leyes aunque ya no
prevean la esclavitud ni el derecho de pernada.
Lo más curioso es
que quien nos acusa y pretenden aleccionarnos lo hace en nombre de un estado
que, con su politización de la justicia, sus presiones a los fiscales que
investigan la corrupción, sus ceses de jueces que quieren esclarecer crímenes
franquistas y sus incumplimientos de mandatos internacionales, ha hecho caer la
calidad de la justicia española al puesto 97 del mundo.
¿Durante cuánto tiempo podrá mantener el estado esta situación en pleno siglo XXI, con una justicia desprestigiada, apelando a una legislación jaula y sin más argumentos que la amenaza contra una quinta parte de población?
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