El Colectivo de Abogados Cristianos ha denunciado al actor
Willy Toledo por blasfemar. Aunque lo parezca, no es un titular sacado de una
crónica literaria del Siglo de Oro español, sino algo tan reciente que el
juicio se celebró el 17 de febrero.
Lo más raro es que ese colectivo, preocupado por el buen
nombre de Dios, ha guardado silencio en
temas como que se llevara a un asesino bajo palio, lo que debía ofender más a Dios
que las palabras más o menos soeces de cualquiera.
Tampoco han dicho nada de exhumar los desaparecidos de las
cunetas, muchos de ellos cristianos creyentes, y en cualquier caso hijos de
Dios, pero que la Iglesia ha olvidado vergonzosamente.
Ni se han manifestado por los más de 30.000 niños robados,
la mayoría en instituciones dependientes de la Iglesia, algo que seguro que ofende
a Dios porque es tan grave que clama al cielo.
No han protestado cada vez que la Iglesia ha protegido a un cura
pederasta cambiándole de municipio, sin informar a las autoridades del delito
cometido, y sin mostrar la más mínima compasión hacia la víctima, un niño
inocente de pocos años.
Tampoco protestaron cuando vieron un crucifijo sobre la mesa
de Juan Cotino, mientras se burlaba del dolor de los familiares de los 40
muertos en el Metro de Valencia, pero seguro que a Dios le ofendió ver como se escondía detrás
de símbolos religiosos.
Si el Colectivo de Abogados Cristianos quiere hacer algo por
la fe, podría practicar el perdón, y dejar que la gente diga lo que le venga en
gana, que para eso Dios nos dio el don de la palabra y nos hizo el regalo de la
libertad, no para que lo cuestione cualquier iluminado.
BASTA DE REPRESIÓN
AMNISTÍA PRESOS POLÍTICOS
AUTODETERMINACIÓN
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