Viendo cómo se ha
desarrollado la política catalana y española esta semana, con la aprobación de
la ley de transitoriedad, creo que después del 1 de octubre, con independencia
de lo que ocurra, ya nada será como antes.
No será igual
para el gobierno del PP, cuando los españoles descubran que les han mentido sobre
el proceso: nunca fue un invento de Mas o Puigdemont seguido por cuatro
radicales. Y verán que el único argumento que ha dado el Estado en contra del
Referéndum, a saber, que votar equivale a dar un golpe de estado, solo puede
esgrimirse en la España más obtusa de los Botejara ya que ofende la inteligencia.
Quizá incluso entenderán
que el derecho a la autodeterminación de los pueblos viene recogido por la
Carta de las Naciones Unidas (art. 1 y 55), y que en Europa ha habido 14 casos
de secesión (Noruega, Finlandia, Irlanda, Islandia, países bálticos, etc.)
desde 1900.
Tampoco será
igual para los poderes facticos y la caverna mediática cuando se pregunten
porqué tantos catalanes ya han desconectado del Estado y analicen como ha gestionado
el PP todo el asunto, desde la recogida de firmas contra el Estatut, hasta la
españolización de los niños catalanes o enviar la Guardia Civil a buscar unas
papeletas que cualquiera puede imprimirse en casa.
Y por supuesto no
será igual para la izquierda y la intelectualidad española, si el mayor paso
hacia la república, anular las sentencias franquistas o enmendar la abortada
transición, lo hace un partido de derechas nacionalista y catalán mientras
ellos callan.
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