Si el último esperpento de Marta Ferrusola es cierto, debería hacernos
reflexionar sobre si se puede aprovechar la mala conciencia de algunos corruptos
para limitar sus acciones, pues convendrán conmigo que cuando alguien tiene que
hacerse pasar por la “madre superiora” y llamarle “misales” a los millones, es
que no tiene la conciencia tranquila.
A esos delincuentes de guante blanco les recomiendo que, cuando tengan duda
sobre si lo que están haciendo está bien o mal, hagan el chequeo ético del que hablan
N. V. Peale y K. Blanchard en su libro “El poder ético del directivo” y que
consiste en contestar tres preguntas:
Primera: ¿Es legal lo que estoy haciendo? Entendiendo por “legal” no sólo aquello
que no condena el código penal, sino en un sentido más amplio que incluye la
ética y ajustarse a las buenas maneras de hacer de cada ámbito o profesión. En
caso de que la respuesta sea “no”, no hace falta contestar las otras dos.
Segunda: ¿Es equilibrado, es decir, justo para todos los interesados a
corto y a largo plazo? Se deben evitar los fuertes desequilibrios, como las
grandes ganancias a costa de enormes pérdidas, porque genera resentimiento y eso
siempre es negativo. El juego limpio o fair play debe ser una obligación, especialmente
en los asuntos públicos.
Tercera: ¿Cómo me sentiría si esto se hiciera público? Cuando alguien hace
algo que va contra su código moral de lo que está bien, no tiene más remedio
que sentirse mal por ello puesto que la mejor almohada es una conciencia
tranquila.
Y por último recordarles, a todos los que están pensando en hacer carrera o
dinero gracias a la corrupción, que no hay ninguna forma buena de hacer una
cosa mala.
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