El gobierno del
estado y los medios de comunicación de Madrid, se empeña en mostrar a los
independentistas catalanes como el fruto de un nacionalismo parecido al español:
imperialista, excluyente y autoritario.
No han entendido
que no somos nada de eso y que, de hecho, Cataluña ha sido siempre una tierra
de acogida, que no dudó en poner de presidente de la Generalitat a alguien que
no había nacido aquí, como ocurrió con
José Montilla.
La mayoría de los
que últimamente nos hemos convertido al independentismo lo hemos hecho por dos
motivos.
El primero es compartido
por todas las personas y colectivos: el anhelo de dignidad. Queremos que se
respete nuestra lengua y nuestra cultura, ser tratados como iguales y que no
sea aquí inconstitucional lo que en otras CCAA es constitucional, y estamos
hartos de ser insultados, vilipendiados y acusados de insolidarios por aquellos
a los que pagamos las fiestas con un 9% de nuestro PIB.
Y el segundo
también lo comparte el mundo entero: el deseo de prosperar y de darles un
futuro mejor a nuestros hijos. Estamos seguros de que vivir en un país que no
ha logrado jamás dar trabajo a toda su gente, no traerá prosperidad. No
queremos que el 70% de nuestros jóvenes estén convencidos de que tendrán que irse
al extranjero para ganarse la vida. Y ya puestos, creemos que vivir en una república
es mejor que hacerlo en una monarquía decimonónica gobernada por quienes añoran
el fascismo más rancio de Europa.
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