Mis amigos no
independentistas cuestionan mi patriotismo, y no me extraña, puesto que yo lo
hago cada día, al cuestionarme el mío y también el suyo. Es un ejercicio que
les aconsejo. Cuando me pregunto si esta es la única España posible, concluyo que
ni es la única ni la mejor.
Mi padre fue al
servicio militar a principios de 1936 y le hicieron jurar lealtad a una bandera
tricolor, con el Himno a Riego, bajo un gobierno republicano que pretendía
modernizar el país y hacerlo más próspero, equitativo y justo.
A los pocos
meses, los mismos que le pedían dar hasta la última gota de sangre por España,
la ultrajaron, la violentaron y mataron a más de medio millón de compatriotas
con ayuda extranjera, para devolverla a las tinieblas convertida en un cuartel
con iglesia a un lado y prisión al otro. ¿Cuál de los dos es mi país?
Aquella España
retrógrada, aislada, injusta, al servicio de los poderosos, que decía amar a los
símbolos pero que odiaba a los españoles, nos la vendieron como la única
posible. ¿Seguro que no hay alternativas mejores?
Los que impulsaron
aquella indecencia bélica y se autoproclamaron nacionales fueron los que nos dieron
lecciones de moralidad. ¿Decir que se
ama al país mientras se tiraniza a su gente era su idea de buen patriota?
Y ahora el
gobierno del PP, heredero de los que apoyaron aquel ultraje, siguen
proclamándose buenos españoles, mientras usan los cargos para robar a manos
llenas. ¿Ese es su concepto de amor y respeto a la patria? Pues no coincide con
el mío.
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