Desde que Pedro Pacheco fue condenado por decir que “la Justicia
es un cachondeo” e insinuar que había connivencia entre abogados y jueces,
hasta las recientes manifestaciones frente al TS han pasado muchas cosas.
Si en 1985 algunos ciudadanos sospechaban que la Justicia no
era un dechado de virtudes, tras sus últimas actuaciones, que muchos han
calificado de tercermundistas, es raro encontrar a alguien que siga creyendo en
ella
¿A quien le puede extrañar, si han permitido todos estos
años que los nombramientos del CGPJ y del TC sean más por razones partidistas que
jurídicas; y han aceptado hacerle el trabajo sucio a políticos incompetentes en
el tema catalán?
La subordinación al poder ejecutivo es tal que no han dudado
en encarcelar a políticos catalanes electos, forzando las normas, aunque ahora
no tengan delitos para imputarles que sean aceptados por los catedráticos de
derecho españoles y europeos.
Eso les ha puesto en una compleja encrucijada. Por una
parte, no se atreven a dar marcha atrás, como sí hicieron con las hipotecas en
cuanto llamaron los bancos, y devolverle al gobierno un problema que no tiene
más solución que el dialogo y la negociación.
Y por otra, son plenamente conscientes de que el caso
catalán será juzgado por Europa y por el mundo, que examinarán detenidamente a
la Justicia española, y probablemente concluyan que deja mucho que desear.
Si esa es la sentencia, el colosal descrédito por el suspenso
mundial a uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho, obligará a
hacer cambios profundos, que no se podrán quedar en el puro maquillaje, como se
hizo en la Transición.
Creer que el país se defiende saltándose las reglas para impedir
el dialogo, no solo es un insulto a la inteligencia, sino que supone un tremendo
error que pagamos caro.
VIVA LA REPÚBLICA
LIBERTAD PRESOS POLÍTICOS
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