El problema de tantos años
de estar encerrados en nosotros mismos, dictadura tras dictadura y de espaldas a
la realidad mundial y a la democracia, es que después se tiene miedo de ser
normal, no se sabe cómo funcionan las reglas del juego democrático y se desconfía
de todo, así que no es extraño que nos pase lo que nos pasa.
Un ejemplo es el PP que,
como heredero de los fascismos de la primera mitad del siglo XX, solo toma
medidas para devolvernos a aquella época, donde ellos se encuentran más cómodos.
Por eso quieren españolizar a los niños, implantar un nuevo nacionalcatolicismo,
prohibir el aborto, impedir el derecho de manifestación y retornar a una
economía de subsistencia, aunque sea a base de mantener unas tasas de paro
escandalosas. Ellos siempre han desconfiado del extranjero por miedo a las
ideas nuevas, por eso nunca han querido la integración internacional, porque
prefieren un aislamiento que les permite hacer y deshacer en un país que
consideran su cortijo (corredor mediterráneo, incumplimientos de las directrices
europeas y las de la ONU, etc.).
También resulta
lamentable sentir hablar, tanto al PP como al PSOE, de la sagrada disciplina de
voto de los diputados, que han sido escogidos por el electorado, y verles debatir
con gravedad sobre las consecuencias de no obedecer a la dirección del partido,
siempre puesta a dedo por su seguidismo del líder anterior, lo que demuestra que
aún no hemos entendido qué es la democracia y cuál es su grandeza.
Pero lo que no tiene precio
es ver al PSC defendiendo, no solo estos puntos de vista antidemocráticos, sino
exactamente lo contrario de lo que habían puesto en su programa electoral y sancionando
a aquellos diputados que han votado lo que les prometieron a sus electores, porqué
el Sr. Pere Navarro (también puesto a dedo) cree que el pueblo de Cataluña, por
ser menor de edad, es incapaz de decidir si quiere ser un país normal o la colonia
de un estado que no tiene nada que ofrecer para lograr un futuro mejor.
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