Decía Xavier Roig, en su
libro “Ni som ni serem”, que si un andaluz o un extremeño se dejaba bigote y se
le ponía un tricornio ya tenías un Guardia Civil, en cambio un catalán de uniforme
siempre parece que va al campo.
Esta reflexión me ha venido
a la cabeza viendo el espectáculo que el PCS y la CUP nos han ofrecido con el tema
de pedir a Madrid el derecho para celebrar referéndums. Que el primero vote
“no”, con algunas honrosas excepciones, y que la CUP se abstenga, en el acto
político más importante de las últimas décadas, es de una miopía política
difícil de entender y, sin duda, la historia se ocupará de recordárselo.
Estamos ante la misma
miopía que hizo que, iniciada la Guerra Civil, algunos en Cataluña quisieran
hacer la revolución social antes de acabar con la ofensiva fascista, que culminó
en enfrentamientos inútiles y estériles a tenor de lo que se les venía encima. El
presidente de la República, Manuel Azaña, se lamentaba profundamente en sus
memorias del papel de Cataluña en este sentido. Nadie puede saber qué habría pasado
con otra actitud catalana, lo que sí conocemos son las consecuencias que pagó el
país entero por esta visión de vuelo gallináceo.
La independencia nos la
tendremos que ganar con medios completamente democráticos, limpios y
transparentes, y además tendrán que ser exquisitos, tanto con la comunidad
internacional como con España, que será nuestro principal socio por historia y
proximidad. No tengo ninguna duda de que, si alguien ha de salirse del guion o hacer
un disparate, no podemos ser nosotros, por eso habría sido mucho mejor presentar
en Madrid un escrito con el aval de más del 80% de los diputados. Hemos perdido
una oportunidad de oro para mostrar la fuerza del proceso al mundo entero, en
cambio ahora queda en entredicho.
Darle la espalda a la realidad
de que estamos en un Estado dentro de Europa, suponiendo que Cataluña es una isla
en sí misma, es no haber entendido nada de cómo funciona el mundo y nos hace poco
merecedores de la independencia a la que aspiramos. Quizá sí que Xavier Roig tiene
razón y no estamos hechos para tener un Estado propio.
La INDEPENDÈNCIA entre altres coses ens pot donar tranquil·litat i moviment. Però sovint surten comentaris a l'estil de: estarem millor? no sé perquè voleu marxar si els polítics són tots iguals, voleu dividir un país... Això no se sap, però segur que pitjor no estarem i en tot cas s'ha de provar. SENSE MOVIMENT NO HI HA CAMÍ. I el que sí estic segura és que sortiran veritats ocultes -PUIG ANTICH- que encara que sembli impossible, hi són. Impossible com podria semblar la llei de l'avortament a ple segle XXI.
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