España tiene
serias dificultades para formar gobierno, como antes le ocurrió a Cataluña, pese
a que esta encontró una salida menos rocambolesca. Unas terceras elecciones no
cambiaran demasiado el panorama, ni mejoraran las expectativas de tener un ejecutivo
potente y cualificado. Hay municipios con 9 grupos políticos para 11 regidores,
lo que dificulta la toma de decisiones. Estamos ante una seria crisis de gobernabilidad.
40 años
favoreciendo a los partidos que tenían la llave para formar gobierno, dándoles
más responsabilidades de las obtenidas en las elecciones, han eliminado el
deseo de crear coaliciones programáticas y ha hecho aparecer partidos que no
aspiran a ganar, sino a convertirse en la bisagra imprescindible
para gobernar y conseguir así unos cargos y un poder que no les han dado las urnas.
Tenemos pues un dilema
entre representatividad y gobernabilidad. Si seguimos como hasta ahora, o incrementamos
la representatividad, como proponen algunos, nos podremos considerar modernos,
pero estamos abocados a la ingobernabilidad del estado, de las CCAA y de los ayuntamientos.
Por contra si tomamos medidas para limitar la representatividad (hacer primarias
como en EEUU o segunda vuelta como en Francia) corremos el riesgo de ser tachados
de poco demócratas, pero garantizaremos la gobernabilidad futura, favoreciendo las
mayorías.
El dilema está
servido y el lector decidirá qué prefiere. Por mi parte no necesito tenerlos
enfrente para saber que en este país, como en cualquier otro, hay intransigentes
en cada extremo del electorado que querrían eliminar a los que no opinan como
ellos. No estoy seguro de que sea buena idea llevarlos al Parlamento, ni
ofrecerles dirigir instituciones, ya que sin ellos probablemente todo funcionaria
mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario