¿Han visto
ustedes la película “El último voto”? Trata de que un solo votante puede desempatar
el resultado de las elecciones en EEUU. Un único individuo puede darle la
presidencia a uno u otro candidato, su voto será inapelable y de él dependerá el
futuro del país más poderoso de la tierra y de sus 280 millones de habitantes.
Qué diferente de
lo que hacemos nosotros: 15 días de campaña, un día para votar y luego varios
meses para que los partidos acaben de interpretar a su manera, siempre
interesada, lo que han dicho las urnas.
¿Qué clase de
democracia es esta en la que el electorado no tiene la última palabra? ¿40 años
exigiendo votar para que los perdedores pacten en los despachos al margen de lo
que hayan dicho las urnas? ¿Quién les ha otorgado el derecho a situarse por
encima de la voluntad popular?
Lo más curioso es
que se llaman demócratas pero hacen todo lo posible para evitar cumplir con los
resultados, una verdadera irresponsabilidad en un país como el nuestro donde nunca
se permitió expresarse democráticamente.
No me
malinterpreten, ni soy del PP ni les he votado nunca, pero es evidente que han
ganado las elecciones dos veces, posiblemente porque los ciudadanos consideran
que los demás son todavía peores.
El resto de
partidos deben acatar la voluntad popular y hacer autocrítica de porque el
electorado prefiere a los protagonistas de la Gürtel, de los sobres marrones,
de la emigración juvenil o de la conspiración contra Cataluña, antes que a los
que se definen portadores de los valores espirituales de la revolución.
Me dicen que aquí
no se elige al presidente como en EEUU y por eso hay pactos. Mi pregunta es la
misma: ¿Estamos seguros de que cuando se pedía democracia, durante los 40 años
de dictadura, era para que la última palabra la tuvieran dos o tres y no todo
el electorado?
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