No sé si han
tenido la oportunidad de ver funcionar una Unidad de Diagnóstico Rápido de
Cáncer (UDR), espero que no porque indicaría que ustedes o un familiar próximo
se encuentra en sospecha o en tratamiento por tal enfermedad. En cualquier caso
esa es ahora mi situación así que he podido comprobar de primera mano el
funcionamiento extraordinario de una UDR y, por extensión, de todo el sistema.
En tres semanas
hemos pasado de la simple sospecha a la administración de la primera sesión de
quimioterapia, pasando por todas las pruebas complementarias necesarias para
confirmar el diagnóstico, unas hechas en el hospital de referencia y otras en
centros de alta complejidad públicos o privados. Debo recalcar que el trato
dispensado por los profesionales siempre ha sido exquisito.
Como sanitario me
siento orgulloso de nuestro sistema de salud, ahora con mucho más motivo, por
eso me entristeció asistir al Pleno Monográfico de Salud del Parlament, de
junio 2015, y comprobar que los diputados de la oposición despreciaban la reducción del tiempo de tratamiento
del cáncer a menos de un mes, para afirmar que todo era un desastre por unas
listas de espera donde predominaban patologías como juanetes y fimosis.
Ya sea por interés
partidista o por pura ignorancia, los políticos no deberían usar el sistema
sanitario tan frívolamente, ni emplearlo solo para desgastar a este o aquel. No
todo puede estar permitido en política, hay que poner límites, por lo menos el
del respeto al electorado para explicarle la verdad: que un sistema universal y
gratuito, con limitación presupuestaria y que se niega a poner copagos para
evitar el mal uso, lo mínimo que puede tener son listas de espera, lo que hay
que procurar es que sean de las patologías menos graves, que no acorten la vida
del paciente y que la espera sea corta.
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