La segunda semana de campaña electoral catalana ha
estado marcada por la filtración de “El Mundo” acusando a los presidentes Mas y
Pujol de cobrar comisiones en Suiza. No voy a entrar en ello porque ya se ha
dicho casi todo, pese a que nada es definitivo hasta que se manifiesten los
jueces, pero sí quiero remarcar algunos aspectos de la política española que me
han preocupado. Con este acoso y derribo a Cataluña nos hemos olvidado de que
algunas posturas no nos favorecen ante nuestros socios europeos.
Que los diputados españoles en Europa se dediquen a
ir por los medios de comunicación pidiendo la intervención de la Guardia Civil en
contra de Cataluña (Vidal Quadras) no debe ser lo que esperan de nosotros . Seguro que ellos se
imaginaban que éramos gente seria y que mandaríamos a Bruselas a verdaderos
demócratas.
Que los ministros del Gobierno den por buenos los
rumores o filtraciones sin pruebas ni confirmación (Montoro), seguro que tampoco es lo
que Europa espera de la pulcritud democrática de unos gobernantes que tienen
grandes responsabilidades ante millones de personas.
Que el responsable de Educación diga que su preocupación no es el fracaso escolar de los alumnos que hablan una lengua, sino adoctrinar a los alumnos bilingües catalanes (Wert) , que tienen menos fracaso escolar pese a hablar dos, seguro que tampoco es lo que Europa esperaba de la educación en el continente.
Que el Sr. Tejero Molina, condenado a prisión por
haber dado el golpe de estado del 23-f hace solo treinta años, salte a
la palestra para denunciar a un cargo electo, que además tiene una altísima
responsabilidad de gobierno en España, debe ser lo último que Europa esperaba
ver en uno de sus socios.
Si a todo ello le añadimos unos sindicatos y una
Iglesia (beatificación de 500 mártires, Rouco Varela) perdidos en los años treinta (lo mismo que algunos de los políticos del
país) nos daremos cuenta de que tenemos un problema grave. Se impone una
reflexión muy seria sobre hacia donde nos llevan estas posturas. Debemos
decidir si queremos ser plenamente europeos o no, y actuar en consecuencia, o
corremos el peligro de continuar siendo la anomalía de Europa.
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