Con esta crisis
parece que políticos, economistas y tota la sociedad en general ha descubierto que
la economía es un proceso cíclico, una cosa tan vieja como el hombre mismo. Sin
ir más lejos, en el capítulo 41 del Génesis, José interpreta los sueños del faraón:
Las siete vacas gordas y las siete vacas delgadas significan
que vendrán siete años de abundancia, seguidos de siete años de sequía y de hambre...
Pero la
historia va mucho más allá porque el mismo José le explica al faraón la manera
de gestionar esta situación: Busca un hombre
inteligente y sabio y ponlo al frente de Egipto, que visite las tierras y que
recoja una quinta parte de las cosechas de los años de abundancia y los almacene
para alimentar al pueblo durante los siete años de sequía.
Una lección
simple y concisa sobre el carácter cíclico de la economía y sobre como administrar
adecuadamente la riqueza para minimizar los períodos de escasez en beneficio de
la sociedad; un cuento bíblico que todos los niños conocían cuando en la escuela
se enseñaba historia sagrada, pero que desgraciadamente parece que todos hemos olvidado.
La enseñanza continua
porque el faraón, como buen gobernante, que busca lo mejor para su pueblo, no huye
de sus responsabilidades, no decide ocultar la información y aprovechar la
bonanza de los primeros años para salir reforzado, ni dimite al sexto año con la espera
de que los que vengan detrás resuelvan el problema. No, él afronta la situación,
con firmeza y determinación, que es lo que se espera de quien manda.
El faraón no duda
en nombrar para el cargo a un hombre inteligente y sabio, el que tiene soluciones
porque le ha presentado un proyecto para hacer frente a la trágica situación
que se acerca, y este no es otro que el mismo José, alguien que no es ni de su cultura,
ni de su raza, de hecho es un extranjero, un esclavo. Seguro que el soberano tuvo
bastantes problemas para defender una decisión como aquella entre los círculos políticos
y religiosos de la corte y más de uno debió pensar que era una locura darle un
cargo tan importante a alguien que “no es
de los nuestros” para resolver unos supuestos acontecimientos futuros basados
en un sueño y por tanto más que dudosos.
Qué lejos me parece
la realidad española y catalana de aquella lección magistral del faraón egipcio hace miles de años: qué diferente el análisis preciso de los problemas, buscando
todas las posibilidades; cuanta humildad en la capacidad de aceptar buenos proyectos,
aunque no nos los hagan los nuestros; cuanta inteligencia en preocuparse por cosas
tan a largo plazo como más de siete años; y sobre todo, cuanta valentía para nombrar
cargos en función de la valía personal y no del carnet político...
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