con muros de granito altos y
abruptos
invitan al valiente a
ascender
por aquella escalera hasta
el cielo.
El mar, inquieto, profundo y
abismal
que ondula y ruge de una
costa a otra
así llama a sus curtidos
caballeros:
“¡Zarpad, navegad,
explorad!”
Los barrotes de la vida, que
tememos,
y parecen tenernos
prisioneros,
no son sino las puertas del
atrevimiento,
que ante el alma se
encuentran entornadas.
No te creas pobre, y regala
generoso,
no te creas débil, e intenta
con audacia;
es imposible que comiences a
vivir
mientras no de atrevas a
morir.
Henry van Dyke (1852 – 1933).
Escritor, clérigo y docente estadounidense