Sr. José
Antonio Monago Terraza
Presidente
de la Junta de Extremadura
Sr. Monago
¡Cómo le he extrañado en estos meses
que ha estado en silencio! Gracias por volver a ilustrarnos, ahora con las
balanzas fiscales de Extremadura. Tengo que confesarle que temía que nos
defraudara ya que lo de considerar el Atlántico como su mar me parecía insuperable, pero en esta nueva entrega me quito
el sombrero ante usted.
Lo de hablar de las personas y poner
en la balanza a los buitres negros, las águilas imperiales, las cigüeñas negras
y las grullas, me ha parecido genial, como lo de oponerse a tocar la
solidaridad porqué rompe el equilibrio entre españoles, sin decir que ya está
roto en tres tipos de ciudadanos claramente distintos:
- Los de primera, que son los que gestionan sus propios impuestos y dan lo que les sobra, como ocurre con vascos y navarros.
- Los de segunda, que son los receptores netos de subvenciones, como es su caso.
- Y los de tercera, que somos los aportadores netos a las arcas del país, como ocurre con Cataluña.
Por si no se ha dado cuenta, el secreto
no está en descubrir que España trata mal a un territorio. Si repasa la
historia comprobará que España nunca ha sido una madre amorosa, sino una madrastra malvada que siempre ha tratado mal a su gente y a sus territorios, por eso es
por lo que se fueron tantos extremeños de su tierra, no porque fueran
secuestrados como se empeñan ustedes en afirmar.
Que el Estado reparte miseria, no
hace falta que nos lo recuerde, porque lo sabemos desde que se decidió gestionar
el país con el “café para todos”. De lo que se trata es de saber quién paga el
café y durante cuánto tiempo más tendrá que hacerlo.
El dilema no es que ustedes no
producen CO2 sino saber porque, tras 35 años de recibir dinero a espuertas del
Estado y de la Unión Europea, los políticos extremeños de todos los colores no
han sabido darle a esa noble tierra una brizna de esperanza en una vida mejor y
más digna que la de esperar la caridad estatal.
El punto más flojo de su sainete es el
de contar el dinero recibido sin poner el número de habitantes al lado, un
desliz que no engaña ni a los más analfabetos, pero el resto es todo digno del
mejor Groucho Marx, por eso le insisto de nuevo en que continúe ilustrándonos.
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