Desde que el Sr. Pedro Pacheco dijo aquello de que “la Justicia es un
cachondeo”, han corrido ríos de tinta sobre el tema, por eso quiero, en primer
lugar, mostrar el máximo respeto por todos aquellos profesionales del mundo de
la judicatura que realizan su trabajo todos los días de forma abnegada para
darnos el mejor servicio posible.
Probablemente una parte del problema es la incomprensión de la ciudadanía
respecto a la labor que desempeñan, pero hay que reconocer que algunas
situaciones de su funcionamiento no ayudan para nada a que les entendamos mejor.
Que individuos confesos de delitos flagrantes, como el Sr. Félix Millet, sigan
en la calle y pendientes de juicio durante años como si nada hubiera pasado, ciertamente
no ayuda, como tampoco lo hace que algunos ya juzgados y condenados puedan
decidir tranquilamente cuándo entrar en prisión.
Que un juez en el programa “Salvados” confirme lo que todos pensamos: que
la justicia es distinta para ricos y pobres, tampoco inspira confianza, sobre
todo si el Gobierno indulta a los primeros y se olvida de los segundos.
Que un fiscal le pida a una niña 7 años de prisión por tocar el piano, como
ocurrió en Puigcerdá, mientras otro se opone a que la infanta Cristina declare por
el caso de corrupción millonaria y fraude fiscal llevado a cabo por el
Instituto Noos, donde ella misma era vocal, es una buena razón para no entender
la vara de medir empleada por algunos.
Que cada vez que no guste una sentencia de un tribunal popular haya que
volver a celebrar el juicio hasta lograr el resultado deseado, es de una
frivolidad que no deberíamos permitirnos si queremos parecer un país serio.
Si cada vez que nos “equivocamos” (como con el Sr. Juan Antonio Troitiño) o
nos arrepentimos de una liberación, aunque haya cumplido la condena que
nosotros mismos le impusimos (como con el Sr. De Juana Chaos) tenemos que
pedirles a nuestros socios europeos que resuelvan la chapuza, nos ponemos en evidencia
ante el mundo entero y ello hace que nadie pueda confiar en nosotros con toda
la razón.
El Sr. Gallardón debería intentar resolver estas incoherencias y no meterse
en una cruzada por el aborto, que sólo él y el Sr. Rouco Varela veían como un
problema.
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