Cuando era niño,
cada vez que me cogían en una travesura, al decirle a mi madre que tal niño
también lo había hecho, siempre me preguntaba si tan poca personalidad tenía
como para dejarme influir por los demás y acababa con un: si el otro se tira por
un barranco, tú también lo harás?
Me ha venido a la
cabeza esta anécdota, que todos hemos vivido, porqué esta semana otra vez un puñado
de parlamentarios “se han equivocado” a la hora de votar. Es decir que unos padres
de la patria, hombres y mujeres adultos, supuestamente responsables, que
presumen de demócratas y liberales, a los que pagamos para hace lo mejor por el
país, no han sabido interpretar las ordenes de quien les decía si se tenían que
tirar o no por el barranco.
No quiero pensar
que efectivamente carecen de personalidad, sino más bien que están atrapados por
el partido y consideran que no tienen margen de maniobra, pero en cualquier caso
hay que preguntarse si eso es lo que los partidos consideran democracia.
Nuestros partidos
políticos, por más que lo intenten ya no pueden aparentar durante más tiempo que
son demócratas. Las listas cerradas, la disciplina de voto, el perpetuarse en
el poder porque no se limita el número de legislaturas, la farsa de las primarias
(algunos, como UDC, no las prevén en sus estatutos), el ejercicio del poder que
lo considera todo como botín electoral y, sobre todo, la impunidad que tienen,
les delata.
Todo ello ha creado
una casta de políticos más comprometidos con sus propios intereses, o con los
del partido, que con el bien del país, porque saben que la única manera de
seguir es formar parte de una lista que diseña el aparato, no en función de la
capacidad sino de la fidelidad. El interés del país queda en segundo, tercero o
cuarto término, o simplemente no se tiene en cuenta, por más comedia que hagan durante
los 15 días de campaña electoral.
El funcionamiento
es perverso, nocivo, caro, ineficiente, poco serio, opaco, nada democrático,
menos creíble, garante de la mediocridad y genera tantos escándalos y corrupción
que, de momento, ya nos ha llevado a la ruina. En nuestras manos está permitir
que continúe o forzar un cambio.
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