De todo lo que está pasando con el proceso catalán, lo que más me extraña es
que el estado español no se pregunte los motivos del malestar de sus territorios
de los que Cataluña es solo una parte y no la única.
Creímos que el problema era la dictadura así que, una vez muerto el
general, la democracia nos llevaría directamente a un mundo de jauja donde
podríamos gozar de todas las ventajas de los países de nuestro entorno. La entrada
a la Unión Europea contribuyó a esta idea con ayudas millonarias a fondo perdido
para modernizar el país, así que nos pareció que ser europeos era una bicoca sin
ninguna obligación.
La realidad es que gestionar una democracia es mucho más complicado que mandar
una dictadura y exige unos esfuerzos y
unos cambios que en España nadie afrontó, por eso después de 35 años descubrimos
que nuestra fantasía nacional hace aguas por todas partes.
Los partidos políticos, hechos a medida de una oligarquía caciquil que ha hecho
de la política su profesión y que quiere perpetuar-se en el poder, son de todo
menos democráticos. Algunos ni siquiera prevén en sus estatutos la posibilidad de
hacer primarias para escoger candidatos.
Pero no son únicamente los partidos políticos, en España durante todo este tiempo
no hemos sido capaces de definir qué organización territorial queremos, qué modelo
productivo o energético nos es más favorable, qué educación es la más idónea
para los nuevos tiempos que vivimos, como ha de ser una justicia que nos está
costando más de reformar que las fuerzas armadas, qué ley electoral hemos de
tener para regenerar una clase política que ya es considerada el problema más
grave del país, cuál es la mejor política exterior para garantizar nuestros intereses,
etc.
No hemos entendido que hay que rendir cuentas del dinero público, que en
democracia la mentira se paga con la dimisión, que la ropa sucia se lava en
casa sin molestar a los vecinos, que se ha de ser cuidadoso con el dinero que nos
prestan nuestros socios, que los compromisos se han de cumplir o que no se puede
ir de demócrata escondiendo los muertos de la dictadura en el armario.
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