sábado, 18 de octubre de 2014

Ebola y gigantes

Dicen que quien entiende de martillos quiere resolverlo todo a martillazos, y sin duda eso es lo que le ha pasado al gobierno del PP, siendo expertos en la vida política y amparados por la mayoría absoluta, cuando se empeñan en darle a todo una respuesta política, incluso a los problemas que necesitan del soporte de expertos, a los que siempre han despreciado.  

Eso les ha pasado durante toda la legislatura, aunque también ocurría antes, por ejemplo con las soluciones políticas a la educación, que llevan más de 30 años mostrándose inútiles, pero el PP ha vuelto a politizar la respuesta con la ley Wert, que será una nueva pérdida de tiempo por no haber tenido en cuenta a los expertos a la hora de mejorar un tema tan sensible.

Lo mismo les ha ocurrido con la ley del aborto, tratada políticamente incluso contra el sentido común más elemental, para satisfacer a la parte más retrograda de la iglesia, y que ha costado el cargo de un ministro, cuando lo único que necesitaban era un decreto de media página diciendo que las jóvenes menores de edad requerían del permiso paterno para abortar.

Afortunadamente para el PP las consecuencias de esas decisiones no se ven a corto plazo, pero ha llegado el virus del ebola, que mata personas en pocos días, y ellos se han empeñado en darle también una respuesta política: primero decidieron repatriar a los dos misioneros para quedar bien ante la iglesia y después, en vez de hablar con los expertos en virología o con los de Médicos Sin Fronteras, que tratan el virus en África, decidieron improvisar como siempre hasta que la catástrofe fue inevitable, en forma de un contagio real y varios posibles.


Llegados a este punto, en vez de asumir que hay que revisar el protocolo por el bien de todos, inician un periplo vergonzoso en el que se esconden, acusan sin piedad a la auxiliar contagiada y evitan reconocer errores o asumir responsabilidades, tirando del gastado recurso del complot contra el PP. Como le ocurría al Quijote, por más que se empeñe, a veces no son gigantes, sino molinos, aunque a nosotros, pobres Sancho Panzas, nos resulte inútil explicárselo.  


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