domingo, 8 de marzo de 2015

Orgullo y respeto (castellano)

Me insultan en las redes sociales por declararme independentista aquellos que no entienden que los González, los García o los Pérez, podamos serlo. Tiene su gracia porque nunca pensé que en 140 caracteres cupieran tantos improperios. No quiero responder a los insultos, pero sí al argumento de que renuncio a ser español y sandeces similares.

Soy andaluz de nacimiento, catalán de adopción y por tanto español hasta la médula, y no renuncio ni quiero renunciar a ninguna de las tres cosas, como no renuncié a ser esposo, hijo, sobrino o nieto el día que ascendí a la categoría de padre, y el que no entienda que se pueden ser todas esas cosas sin contradicción, y amar plenamente cada una de ellas, tiene un problema sea de aquí, de allá o de acullá.

Otra cosa es el orgullo de ser español, andaluz o catalán. Estoy orgulloso de la gente sencilla de este país, de los que salen cada día a ganarse el sustento para sus hijos y trabajan honradamente para conseguirlo. Pero me ocurre como al padre o a la madre que descubre que su hijo es un delincuente: que no puede dejar de amarle pero no está orgulloso de él.

Lo confieso, no estoy orgulloso de tener el país con el paro más alto de la Unión Europea; de que les cerremos las puertas a la juventud mejor preparada de nuestra historia; ni de nuestras incontables guerras civiles; ni de ser el país europeo con más golpes de estado, el último en 1981; ni de que del penúltimo queden miles de desaparecidos sin identificar.

Admiro y respeto a los militantes de base de los partidos, incluso del PP, que tienen ideales y son capaces de defenderlos con argumentos. Pero no puedo admirar a los que sólo insultan o a los que reducen ser español, catalán o andaluz, a gritar a favor de La Roja, del Barça o del Betis. Tampoco admiro que nuestro gobierno haya cobrado en sobres, que gestionen solo para una minoría de amigos comisionistas o que impulsen las leyes más retrógradas de Europa.   


Fueron esas actitudes cerradas e intransigentes, y esos gobiernos miopes  y mezquinos los que obligaron a nuestros padres a emigrar de Andalucía porque allí no se podía vivir, y los que ahora nos obligan a nosotros a ser independentistas para mejorar el futuro de nuestros hijos.


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