Cada día aparecen en los medios acusaciones de privatización sanitaria en Cataluña. Desgraciadamente
nunca se aporta ninguna prueba, ya sea porque no las hay o por no considerarlas
necesarias, ahora que los gestos y los 140 caracteres han desplazado a la reflexión
y al debate razonado.
Y es que algunos creen que un servicio solo es público si lo presta un
funcionario en un establecimiento de propiedad pública, pero este no es el
modelo que se diseñó en los años 80 y 90 del siglo pasado, cuando el Parlament decidió
que el CatSalut garantizaría el servicio público, a través de la Tarjeta
Sanitaria Individual (TSI), con independencia de la titularidad del centro. El
resultado ha sido uno de los sistemas sanitarios más excelentes del mundo.
Es legítimo que cada uno defienda sus intereses, pero no lo es que para
hacerlo se asuste a la gente, haciéndoles creer que se está desmantelando el
sistema de salud, cuando no es cierto.
El único argumento que se aporta de todo ello es la derivación de enfermos en
lista de espera a otros centros públicos, asegurando que se podrían operar en
los grandes hospitales barceloneses, aunque a un precio más alto. Me pregunto,
¿porque gastar 10 en una operación poco compleja, cuando podemos lograr el mismo
resultado pagando 4, y teniendo tanta necesidad de dedicar los otros 6 a atender
prestaciones que ahora no podemos ofrecer por falta de dinero?
Ya sé que los falsos progres (“falsos” porque no hay nada menos progresista
que malgastar el dinero de todos) es estremecen si se habla de ahorrar en salud,
pero son esos ahorros los que permiten ampliar la cartera de servicios sin
tener que pedirle más recursos al contribuyente.
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