¿Por qué el Barça
tiene a Messi? Por ser el mejor.
¿Quién queremos
que nos enseñe a jugar al tenis? El que sepa más de tenis.
¿Quién queremos
que nos opere? El cirujano con más experiencia y mejores resultados.
Si siempre
queremos al profesional más experto, ¿porque a la hora de dirigir el país o un
ministerio buscamos a alguien que no haya salido nunca del partido?
Es lo que ocurre en
la sanidad catalana, donde muchos querrían un militante, aunque no supiera lo que
es un quirófano, como ha pasado con algunos
ministros, en vez de alguien con la experiencia de Boi Ruiz.
Un gran experto
es un problema, sobre todo para quien quiera engañarlo o manipularlo.
El ciudadano se
siente traicionado si le recuerdan su responsabilidad, acostumbrado como está a
que un estado con vocación de Papa Noel le trate como a un menor de edad.
Los políticos
locales se decepcionan si no pueden hacer inauguraciones porque el consejero ha
decidido enfocarse en los resultados y no en los edificios.
Los gestores y profesionales
tienen que ir con pies de plomo porque, como habla su mismo idioma, no pueden
presionarle fácilmente.
Recuerdo un
gerente de Región Sanitaria en la visita a un hospital donde el equipo
directivo presumía de su eficacia, sabiendo que su interlocutor era ingeniero y
no médico. Al llegar a las incubadoras le dijeron que por aquella unidad
pasaban casi la mitad de los recién nacidos en el centro. Sin inmutarse les
respondió: “si eso es cierto tendremos
que cerrar el servicio de partos y trasladarlo a otro hospital que los haga mejor”.
Lo dicho, son un
gran problema, aunque lo que interese a los enfermos sean los resultados.
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