miércoles, 25 de mayo de 2022

Dictadura disfrazada (castellano)

Sorprende cómo se interpreta la política en este país. Lo digo tras oír a periodistas y políticos en las tertulias, rasgándose las vestiduras porque nada de lo que ocurre les parece propio de un país normal.

No lo entienden porque se han empeñado en creer que somos un estado de derecho y una democracia, pero si lo miraran como una dictadura camuflada, verían que todo encaja perfectamente.

A la muerte del dictador, sus cómplices sabían que no podrían seguir con un régimen descaradamente fascista, ni continuar asesinando impunemente, por lo que tenían que lavarle la cara, disfrazarlo de democracia y cambiarlo todo para que nada cambiase.

Las piezas que usaron para sus intereses fueron: un monarca dispuesto a traicionar a su padre, una Constitución que les protegiera impuesta bajo amenaza y una ley de amnistía que garantizara que nadie pidiera responsabilidades de los crímenes franquistas.

El precio que pagaron, para mantenerse en el poder y seguir el ladrocínio en que la dictadura había convertido al estado fue: darle impunidad al monarca y aceptar la supuesta democracia, pero con dos partidos protectores del régimen alternándose en el gobierno.

Los españoles teníamos tantas ganas de pasar página de todo lo que había supuesto la dictadura, que creímos que el estado se enmendaría sin necesidad de depurarlo y que, por fin, nos devolverían el país que nos robaron con la Gran Traición del 36.

Podemos lamentamos de que el rey sea rechazado por su propio hijo; de que la Constitución sea la coartada para no investigar delitos flagrantes; de que se utilice la policía ilegalmente o de que los jueces metan a inocentes en prisión a demanda, pero todo era muy previsible.






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