martes, 2 de abril de 2024

Juventud divino tesoro… a veces (castellano)

Seguro que ustedes también los han visto por la calle, jóvenes desarrapados, que creen que la capital de Asturias es Asturias y que si les preguntan quién fue Confucio, responden que quién inventó la confusión.

Aunque han estado hasta los 16 años en la escuela, como prevé la educación obligatoria, no saben geografía, ni historia, ni matemáticas, ni siquiera saben caminar o comportarse y una de cada tres palabras que pronuncian es “tío”.

Como nos ha pasado a todos, no les gusta su aspecto, pero nadie les ha dicho que la verdadera recompensa de la transformación personal está detrás del sacrificio, así que cambian su cuerpo tatuándolo y llenándolo de piercing.

Quien esté libre de culpa, que tire 
la primera piedra
Los padres delegaron la responsabilidad de su educación en las escuelas, y estas en los médicos para que les sedaran a los más traviesos, tras diagnosticarlos de TDAH (hasta 7% en España, 0’5% en Francia).

Se lo pusimos todo fácil, les dimos todo lo que querían, e hicimos un sistema educativo cada vez más tolerante y permisivo, para evitar que se frustrasen con un suspenso o con un castigo por mala conducta.

Luego salieron al mundo real, ese mundo competitivo donde todo es volátil, incierto, complejo y ambiguo, que les mostro todas las tentaciones, pero les negó un trabajo con el que poder satisfacerlas.

Por eso están frustrados y sin objetivos, porque saben que nunca podrán lograr la clase de vida que esperaban, por más que se esfuercen, y están tan deprimidos que el suicidio es la primera causa de muerte entre los adolescentes.

Los jóvenes siempre fueron la esperanza del futuro, pero lo hemos hecho tan mal que hoy cambiamos de acera al verlos venir. Ellos no tienen la culpa, son las víctimas de un sistema que no ha sabido prepararlos ni protegerlos.


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