sábado, 28 de junio de 2014

Perdone señor ladrón

Esta es una carta de disculpa para los presos por hurtos, robos y delitos menores, que hay en nuestras cárceles. Aunque no me corresponda escribirla, lo hago a sabiendas de que nadie del Gobierno lo hará, aunque haya motivos para ello. 

Podrían haber eludido la justicia ocupando un cargo de los casi 10.000 aforados que, aunque suponga una burla a la igualdad constitucional, nadie piensa cambiar. Otros privilegiados son banqueros o religiosos que, si por casualidad son encarcelados, suelen ser indultados en un nuevo escarnio a la Justicia.

La mayoría de sus delitos no son tan repulsivos como los abusos de los sacerdotes pederastas o las redes de robo de recién nacidos, con monjas bajo sospecha. Sin embargo, la Iglesia sólo traslada a los primeros y guarda un vergonzoso silencio sobre las segundas.  

Además el dinero que robaron ustedes es menor del que se han adjudicado algunos banqueros con primas millonarias, pese a haber hundido sus empresas. Por no hablar de las preferentes, creadas para engañar pensionistas, que han perjudicado a miles de personas.

Lo más sencillo seria haber entrado en un partido político o sindicato. Si asienten a lo que diga el líder les ayudaran y, si no tienen trabajo, les darán uno. Que el nombramiento suponga un delito de prevaricación o tráfico de influencias no es problema. Siendo uno de los nuestros (cualquiera que sea) le protegerán haga lo que haga, por eso piden el indulto, por ejemplo del Sr. Carlos Fabra, vicepresidente de las Cortes Valencianas, al considerar que una condena por fraude fiscal no es motivo para cesarle de un cargo público.

Una cosa más, les faltó habilidad para decir que estaban arrepentidos cuando les pillaron. Ya sé que es ridículo pero eso hizo el Sr. Félix Millet (tras 20 años expoliando el Palau) o los directivos de Caixa Penedés (en la sala de vistas) y les sirvió para seguir en la calle.


En definitiva, quiero transmitirles mis respetos y decirle que no les considero peores que todos los mencionados, ya que sus delitos son menos repulsivos, implican menos dinero público y afectan a menos personas, solo han tenido mala suerte o no se han rodeado de las compañías adecuadas y eso, en un país como este, se paga caro.  

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