domingo, 19 de marzo de 2017

Dios nos libre de esas buenas personas

Veo con gran satisfacción entrar a Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO) a un juzgado para explica porque no se enteró de que Bankia era una ruina, a pesar de haber sido advertido por algunos de sus subordinados del Banco de España.

Vaya por delante que creo que MAFO no es un delincuente y ni siquiera que haya metido la mano en la caja, por eso mi satisfacción no es porque piense que le condenaran por algo o porque espere que vaya a salirse del guion y confesar su connivencia con el desaguisado, sino porque su entrada en el juzgado supone un avance en la concepción de la corrupción en este país.

La buena fe de la gente les hace pensar que la corrupción es un acto individual que comete un delincuente sin escrúpulos, que solo piensa en aprovecharse de los demás.

Nada más lejos de la realidad, la corrupción es mucho más compleja ya que necesita al menos cuatro actores: alguien dispuesto a corromper, alguien que se deje corromper, alguien que mire hacia otra parte y un montón de gente que calle.

MAFO es de los terceros, una buena persona que miró hacia otra parte para no meterse en líos y conservar su sueldo, mientras políticos como Rato jugaban a ser banqueros con el dinero de todos.
Por eso permitió que Bankia saliera a bolsa, aunque nos haya costado 20.000 millones, como permitió que los bancos hicieran productos destinados a engañar ancianos o que cerraran todas las cajas de ahorros para favorecer a la gran banca.


Como decía Edmund Burke, “lo único que se necesita, para que el mal triunfe, es que las buenas personas no hagan nada” y MAFO es una de esas buenas personas. Que Dios nos libre de ellas.

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