Ahora han repetido ese mercadeo vergonzoso con las elecciones municipales, hasta el punto de que la mayoría de los ayuntamientos no llegan tener de alcalde al líder de la lista más votada, una tomadura de pelo a la que llaman cínicamente “democracia plena”.
Así hemos acabado en manos de vividores, que ni hemos elegido ni nos representan, aprovechados que buscan en la política tener un cargo y un sueldo que en ningún otro sitio podrían conseguir.
Pueden decir que es legal, pero no pueden negar que ese funcionamiento hace que los ciudadanos cada vez estén más alejados de la política, se pregunten para que sirve votar y piensen que los políticos son el problema y no la solución.
Sería muy fácil cambiar el sistema para hacer que la soberanía popular fuera una realidad, bastaría con implantar la doble vuelta electoral, al estilo francés, evitando que vayan a la segunda vuelta los partidos que no logren un 10 o un 12% de votos.
Ello haría que los pactos entre partidos se hicieran por ideología no para echar al vencedor, se lograrían ayuntamientos fuertes con mayor representatividad, y además el mismo día de la segunda vuelta se sabría de modo automático quienes son todos los alcaldes.
Sería sencillo de implantar, devolvería la confianza en la democracia, respetaría la decisión de los ciudadanos y nos ahorraría asistir al chantaje indecente de partidos que el electorado ha dicho que no quieren en las instituciones.
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