
Afortunadamente aquellos tiempos se acabaron y hoy los empleados del gas, del agua o de la luz se comportan como caballeros encantados de poder servirnos. Pero este cambio no surgió por generación espontánea, sino porque los directivos de aquellas compañías, como los de todas las empresas serias del mundo, entendieron que ofrecer un mejor producto o servicio a un precio más ajustado, pero a un número mayor de persones, les proporcionaba más ingresos que los más caros al alcance sólo de un reducido número de privilegiados.

Para que no piensen que se trata únicamente de mis impresiones, se lo diré con las palabras del profesor Robert Aumann, premio Nobel de Economía el año 2005, quien asegura que subir los impuestos a los que ya pagan es un ejemplo claro de respuesta de apariencia obvia que no conduce al fin deseado, sino precisamente al opuesto. Añade que si se sube el porcentaje de los impuestos se consiguen dos cosas: la primera, incentivar al contribuyente para que también engañe a Hacienda; y la segunda, desincentivar su actividad económica. En definitiva que si el Estado necesita más ingresos no se han de subir los impuestos, sino bajarlos, ya que así se anima a la gente a producir y a trabajar más y a gastar también más, con la cual cosa el Estado recaudará más dinero.
Les explico todo esto porque el gobierno del Sr. Rajoy, para salir de la crisis, propone subir los impuestos, es decir volver al tiempo de ganar dinero a base de unos servicios y productos caros que solo se podrán permitir unos pocos privilegiados, yendo así en contra del sentido de los tiempos y de lo que hace años descubrió todo el mundo real (o sea el productivo, el que no vive esperando una subvención). Por ahora ya han empezado a ponernos cara de enfadados, a no tenernos por nada y a tratarnos con prepotencia, como los empleados que les indicaba al principio. La fórmula propuesta ya no funciona en ninguna parte del mundo, veremos qué se recauda en España a partir del septiembre...
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