jueves, 21 de enero de 2016

La política enferma

Cataluña ha logrado un acuerdo de gobernabilidad in extremis, después de tres meses de negociaciones patéticas. España parece ingobernable y abocada a unas nuevas elecciones. Ya nadie puede esconder que nuestro sistema político está enfermo y que hay que ponerle quimioterapia porque las cataplasmas ya no son suficientes.

El sistema electoral que creamos durante la transición, dándole todas las facilidades a los aparatos de los partidos (una sola vuelta, listas cerradas y ceder la llave de la gobernabilidad a los pequeños), nos está llevando a la ruina, porque la gente cuando está enfadada vota con las tripas, ¿quién se lo puede recriminar?

No es nada nuevo, en otros lugares pasa lo mismo, por eso en Francia en la primera vuelta votan al Frente Nacional, pero en la segunda corrigen y no ponen el país a los pies de un partido de ultraderecha. Nosotros votamos igual de enfadados pero, como no tenemos doble vuelta, acabamos poniendo el país a los pies de un partido que dice ser antisistema, aunque quiere los cargos del sistema y sobre todo sus subvenciones.

Es intolerable el espectáculo postelectoral de meses negociando, como en un bazar oriental,  mientras los ciudadanos esperamos impotentes a ver cuál es el resultado definitivo de unas elecciones que, el día siguiente de depositar el voto, todo el mundo se pasa por el Arco del Triunfo.

El tumor que nos afecta, y que amenaza de paralizar el país, necesita quimioterapia, es decir, como mínimo poner la doble vuelta a la francesa y que no puedan acceder a la segunda aquellos que en la primera no saquen más del 12’5% de votos, obligando a pactar antes de las elecciones.


La encrucijada en la que nos hallamos es primordial: o seguimos como estamos, poniendo las cosas fáciles a los partidos, sabiendo que acabaremos con un país ingobernable; o bien administramos quimioterapia para salvar al país, aunque los partidos pierdan algunas plumas por el camino.

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