domingo, 24 de enero de 2016

Sobre la corrupción (Castellano)

Una de las palabras más repetidas de nuestra política es “corrupción”, que asociamos únicamente a los actuales políticos que meten la mano en la caja, olvidando que hay muchas otras formas, que no se limita a la clase dirigente y que es tan antigua como el hombre mismo.

Hay que recordar que este es el país del Lazarillo de Tormes, del Buscón o de Rinconete y Cortadillo, una tierra de pícaros, más amantes de la fiesta que de trabajar y más preocupados  de buscarse la vida que de ganársela, y quien piense que esta herencia se puede cambiar de golpe, se equivoca.

Por eso defraudar a Hacienda o no pagar el IVA es uno de los deportes nacionales; las empresas energéticas nos cobran más de la cuenta; los bancos engaña ancianos; los vendedores de coches tienen precios diferentes según como viste el  cliente; o los okupas, que dicen ser anticapitalistas, alquilan las habitaciones de los edificios ocupados, por ejemplo.

Esta y no otra es la razón por la cual hay corrupción en todos los partidos y sindicatos que han gestionado intereses públicos, y l

os que presumen de estar limpios es porque aún no han tenido oportunidad, si no me creen, demos tiempo al tiempo.   

Pueden pensar que soy pesimista en este terreno, pero no es cierto.  Después de analizar de dónde venimos y cuál es la tendencia, considero un buen indicador que el nivel de tolerancia de la gente hacia la corrupción haya bajado y es muy significativa la caída de algunos gobiernos.

A los escépticos les recomiendo leer “La otra cara del caudillo”, de Ángel Viñas, que explica  cómo era el enriquecimiento durante la guerra y la postguerra, y  que me ha servido para entender que fuera normal que el libro preparatorio para acceder al bachillerato, dirigido a niños de 8 o 9 años, hubieran problemas del tipo “un payes tiene 50 litros de vino que puede vender a 5’4 Pts. el litro: ¿cuánto ganará si le mezcla 20 litros de agua i lo vende a 5’2 Pts. el litro?

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