domingo, 16 de abril de 2017

El hombre del saco (Castellano)

Una de las cosas que más me está sorprendiendo del proceso independentista es que los españoles de buena fe acepten el odio visceral que una parte de la clase política y de los medios de comunicación desprenden hacia todo lo catalán.

De muestra un botón, como ha sido la reacción a las declaraciones del futbolista Piqué sobre la mala influencia del palco del Real Madrid en muchas de las decisiones políticas y económicas del país.

Resultan cómicas las declaraciones de los afines al régimen por el mero hecho de que un catalán les haya recordado lo que antes habían dicho muchos otros: que si el palco del Bernabeu se dedicara solo al fútbol, no solo el deporte saldría beneficiado, sino que además nos ahorraríamos los 2000 millones del Castor y el túnel de Le Perthus.

Lo mismo ocurre con el corredor mediterráneo, que la clase política española ha vendido como un equipamiento para Cataluña, olvidando la realidad del comercio mundial y despreciando los miles de millones que España podría ganar con esa infraestructura.

Pero no son solo las reacciones airadas a un futbolista o las pésimas decisiones a las que el estado nos tiene acostumbrados, sino el hecho de que si es contra Cataluña todo vale: el desprecio a la cultura y a la lengua, el trato colonial, interferir en un parlamento soberano, inhabilitar cargos electos, usar la fiscalía y el Tribunal Constitucional en beneficio de un partido, nombrar una policía que cree pruebas falsas contra adversarios políticos o limitar la crítica y el sentido del humor.


Todo esto lo aceptan los españoles de buena fe creyendo que es solo contra Cataluña, sin caer en la cuenta de que cuando menos se lo esperen el país entero estarán en la jaula del nacional-catolicismo más rancio y sin libertades individuales, porque nos las habrán robado con la excusa del hombre del saco catalán.


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