Los que me conocen saben que no me gusta el fútbol y que el único partido
que he visto entero por televisión fue en el año 1974. Para que se hagan una
idea, el otro día sentí que el “Tata” tendría una lucha sin cuartel contra el
“Cholo” y pensé que estaban hablando de un capítulo de Aida, pero parece ser que
hablaban de fútbol.
A pesar de todo he de confesar que recientemente este deporte ha adquirido para
mí un nuevo significado, ahora es mucho más próximo y ya puedo entender aquello
de que “hemos ganado”, en primera persona del plural, como si nos fuera algo en
ello. No, no ha sido una revelación de las bondades de lo que llaman el
“deporte Rey”, sino el descubrimiento de que, entre todos los clubs de fútbol, le
deben a hacienda, es decir que nos deben a todos, más de 500 millones de euros.
¡Con razón la gente le pone tanta pasión!
Todo lo que rodea al fútbol me parece esperpéntico pero ahora, quizá por la
bendita crisis que hace que el dinero no fluya con tanta alegría, la situación
se ha destapado y resulta que entre todos tienen unas deudas de más de 3.600
millones de euros y que varios presidentes de clubs están en la cárcel, en un
país donde nadie de cierto nivel acaba entre rejas.
Lo que me sorprende es que de esto no habla nadie, simplemente cogemos la bufanda
de nuestro equipo y vamos al campo a animar sin pedirle explicaciones a nadie.
Cómo podemos seguir anunciando que tenemos la mejor liga del mundo, si es de
cartón piedra? ¿Por qué seguimos endeudándonos, con contratos millonarios a
veinteañeros que no aportan nada de provecho a la sociedad?
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