¿Les suena el
nombre de Mitt Romney? Era el
contrincante de Obama, por el partido Republicano, en las elecciones de 2011. ¿Recuerdan
si la toma de posesión presidencial tuvo que retrasarse hasta que Romney aceptó
la derrota?
Claro que no, aquel
sistema político no permite que nada ni nadie se sitúe por encima de la
voluntad popular. El perdedor lo es porque la gente así lo ha querido y no
tiene la posibilidad de oponerse a los resultados.
El mismo
presidente de los EEUU, el hombre más poderoso de la Tierra, no puede cambiar
la fecha de las elecciones, ni el día de la investidura, ni acceder a una
tercera legislatura. Es el resultado de tomarse la democracia en serio y
ponerla por encima incluso de la Presidencia, evitando que se convierta en su juguete.
Aquí ocurre todo
lo contrario, cualquier presidente autonómico puede repetir las veces que le
venga en gana o decidir cuándo convocar elecciones, y cualquier partido perdedor
puede bloquear el país durante meses mientras interpreta los resultados
electorales a su conveniencia. Es lo que pasa cuando se pone la democracia por
debajo de los partidos y de los cargos, que pueden jugar con ella como les
parezca.
Tras 40 años este
sistema absurdo e ineficiente ya ha dado todo lo que podía dar y empieza a
cobrarse víctimas: la primera es la gobernabilidad del país y la segunda el
PSOE.

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