jueves, 2 de noviembre de 2017

Como una novela negra (Castellano)

Los giros argumentales que está siguiendo el proceso de independencia y la proclamación de la República catalana ya se sitúan a la altura de las mejores novelas negras, sobre todo tras el viaje del Sr. Puigdemont a Bruselas.

Ya sea para pedir asilo político, hacer un gobierno en el exilio o sentirse más seguro, por primera vez en la historia España tendrá que demostrar si nuestra democracia cumple los estándares europeos, cosa que no hizo después de 1939, cuando los enviados de la República prácticamente no fueron escuchados en una Europa amenazada por el nazismo; ni después de 1978, cuando el continente confiaba en que la transición habría puesto fin, no solo a la dictadura, sino también al franquismo.

Ahora no habrá más remedio que justificar, ante los socios europeos, si la politización de los máximos órganos de la justicia, empezando por el Tribunal Constitucional, es compatible con una democracia moderna; si el rechazo a los referéndums y el uso de la fuerza contra ciudadanos que quieren emitir un voto, están amparados por nuestra constitución, o lo están la detención de presos políticos y el uso de métodos ilícitos contra los adversarios.

Tendrá que aclarar por qué en las querellas contra políticos del PP se tarda hasta 10 años en declarar, mientras los miembros destituidos del Govern de la Generalitat lo hacen en menos de 1 semana.

Deberá convencer al mundo de que el estado no tiene ninguna connivencia con los manifestantes violentos que últimamente han sembrado el terror en las calles de Barcelona, Valencia o Zaragoza, llevando banderas preconstitucionales y profiriendo vivas al franquismo.

Además ha de defender una diplomacia cuyo máximo responsable miente en directo ante la BBC, coacciona a todas las cancillerías mundiales contra el reconocimiento de la República catalana y las amenaza si no responden lo que ella pretende.

Un trabajo difícil e ingente.

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