Sin embargo, deberíamos estudiar los motivos del descontento
juvenil. Es sorprendente que cuando esto ocurre en la otra punta del mundo, se
analizan las causas en profundidad, pero cuando pasan en nuestras calles lo
atribuimos solo a exaltados.
Esos jóvenes deberían estar empezando su vida laboral, labrándose
un futuro, pensar en casarse, comprar un piso o una casa, tener hijos, gozar de
unas merecidas vacaciones.
¿Y a qué realidad se enfrentan? La mitad no encontrará
trabajo y los que consigan un contrato basura recibirán sueldos de mil euros o
menos, a pesar de estar bien formados, dominar las nuevas tecnologías y hablar
varios idiomas.
Con los precios de la vivienda, no podrán casarse ni tener un techo suyo bajo el que cobijarse, deberán olvidarse de tener hijos y, con las normas cada vez más exigentes para jubilarse, solo unos pocos tendrán los años cotizados para cobrar una pensión.
Nadie les escucha ni valora su opinión, no pueden cuestionar
al gobierno, pese a su corrupción e incompetencia, o se arriesgan a la prisión,
ni el modelo de estado, o les mandaran a 10.000 uniformados para apalearles
como hicieron el 1-O.
Sus padres y abuelos tenían la esperanza de que, a la muerte
del dictador, todo cambiaría, pero a ellos se les ha insiste en que esto es una
democracia plena y la mejor España posible, por lo que es inútil aspirar a nada
más.
Como ven, si solo se queman contenedores tenemos mucha
suerte.
BASTA DE REPRESIÓN
AMNISTÍA PRESOS POLÍTICOS
AUTODETERMINACIÓN
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